Hace unos doscientos años Benjamín Franklin compartió el secreto de su éxito con el mundo.
Dijo: "Nunca dejes para mañana lo que puedes hacer hoy".
Se trata del hombre que descubrió la electricidad.
Cualquiera creería que más gente le haríamos caso.
No sé por qué dejamos las cosas para después, pero si tuviera que adivinar diría que el temor tiene mucho que ver.
Temor a fallar, temor a sufrir, temor al rechazo.
A veces, tememos tomar una decisión.
Porque... ¿qué pasa si te equivocas?
¿Y si cometes un gran error que no puedes enmendar?
"Al que madruga Dios lo ayuda."
"Una puntada a tiempo ahorra ciento."
"Camarón que se duerme se lo lleva la corriente."
No podemos fingir que no nos lo dijeron.
Todos hemos oído los refranes, hemos oído a los filósofos, oímos a nuestros abuelos advirtiéndonos sobre el tiempo perdido, oímos a los malditos poetas exhortándonos a aprovechar el día.
Aun así, a veces debemos escarmentar en cabeza propia.
Debemos cometer nuestros propios errores.
Tenemos que aprender nuestras lecciones.
Debemos barrer la posibilidad del presente debajo del tapete del mañana hasta que ya no podamos más, hasta que por fin entendamos por nuestra propia cuenta a lo que se refería Benjamín Franklin.
Que saber es mejor que preguntarse.
Que despertar es mejor que dormir.